martes, 20 de noviembre de 2007

TLC - Posiciones de los profecionales

Guillermo Giacosa, publica de lunes a sábado sus crónicas y ensayos en el diario Peru21, muy buenos por cierto, y hoy –martes 20/11- me llamo mucho la atención, se titulaba “Odio la estupidez: la suya y la mía”… al parecer ciertas personas le han enviado ha su correo mensajes no deseado por nadie… pues según acota el señor Guillermo es sobre la posición que el tiene frente a la potencia norteamericana, que muchos compartimos; pues a Bush no podemos taparle nada, es más es solo cuestión de decir la cruda realidad de sus acciones… por otra parte acota la posición de los profesionales frente al TLC con EEUU, y yo acoto cual será la posición de los estudiantes de sociología y de los sociólogos de profesión ¿se pondrán hacer vivas y gritar a corro la aprobación de dicho tratado? ¿Se van olvidar del propósito de la sociología de ser trasformadora y no destructora?... les recomiendo leer al Guillermo Giacosa… la cual comparto a lo que me he referido.

(martes 20 Perú21)

ggiacosa@peru21.com
Odio la estupidez: la suya y la mía
Algunas personas, de cuya buena voluntad no dudo, me recriminan por no ocuparme de temas de mayor actualidad. Dicen que mucho critico a Bush y a los gringos y que insisto demasiado sobre la contaminación o los peligros que atraviesa el planeta. Además, estiman que no me muestro eufórico como "el resto del país" (sic) con la casi segura firma de un TLC con los EE.UU. Atribuyen el hecho a que yo detesto a la superpotencia (que hoy padece frecuentes ataques de impotencia) y, por lo tanto, no percibo los beneficios de dicho tratado. Digamos que el tono de los correos electrónicos no es el mismo que yo he empleado para resumir su pensamiento, pero creo que he logrado una síntesis honesta luego de haber extraído delicadamente las interferencias emocionales que ellos tenían al redactarlos. En primer lugar, quiero decir que mi madre nada tiene que ver con el asunto y que en general el odio, si bien no me es desconocido, lo siento (lo cual considero un logro) hacia situaciones y no hacia personas en particular. A veces, confieso, siento un odio intenso ante tanta injusticia, pero es un odio que queda reducido a muy poco cuando experimento odio hacia la estupidez humana -frente a la inmensa, inconmensurable, apocalíptica, indescriptible estupidez humana-. Estupidez de la que, por supuesto, no me siento excluido, a pesar de mis esfuerzos cotidianos por pensar críticamente y por actuar con sentido de objetividad, respeto y justicia. No siempre lo logro y más de una vez me devoran las culpas por no hacerlo. Es malo ser estúpido, pero peor es no darse cuenta. Es malo ser irracional, pero peor es ignorar que se es irracional. Es malo proceder injustamente, pero peor es ser ciego a la noción de justicia. Lo malo, en suma, es la incapacidad para sustraerse por un instante de sí mismo y verse interactuando con los otros y con nuestro entorno. En el fondo, la filosofía boba de este sistema es "lo que es bueno para mí es bueno para todos", sin darse cuenta de que la palabra "todos" solo representa al círculo social que cada uno integra y, a veces, solo a la propia familia, cuando no al solitario individuo que se piensa la razón de ser del universo.
Cuando oigo a economistas, políticos y periodistas festejar el crecimiento económico sin preguntarse hacia dónde conduce, me da escalofríos. Lo puedo entender en economistas que de tanto sumar y restar ven con más claridad los números que tienen delante que a la naturaleza y a los seres humanos que están detrás. También lo puedo comprender en los políticos que por razones obvias son cortoplacistas y, por cortoplacistas, pragmáticos y, por pragmáticos, incapaces (¿o desinteresados?) de preocuparse por el mañana. Pero los periodistas, qué les pasa a los periodistas. ¿Les pagan por hacer coro? ¿Creen que los problemas de esta humanidad sufriente y de este país dolido pasan por priorizar lo contingente sobre lo trascendental? ¿O han confundido su irreemplazable papel en el interior de una democracia con el de distraernos para que no pensemos cuánto hay de ella en nuestra vida cotidiana?

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