viernes, 13 de marzo de 2009

Un Homenaje a Blanca Valera


MURIÓ BLANCA VARELA, una de nuestras mejores poetas

Devota de Vallejo, fue una de las figuras más destacadas de la generación del 50.ç
Sabíamos que estaba enferma, que vivía sus últimos días y, a pesar de ello, el dolor es inmenso. Leyéndola aprendimos que la literatura no tiene género, que solo existen buenos y malos escritores y, algo fundamental, que la poesía siempre es buena, que los versos malos no llegan a literatura.

Pero, estas no fueron sus únicas lecciones. Varela nos enseñó – al igual que otros grandes poetas como ella– que las miserias del cuerpo y del alma pueden transformarse en arte gracias a la magia de la palabra precisa, que la retórica nada tiene que ver con la profundidad y que al talento le gusta vestirse de durísima simpleza.

RECORRIDO VITAL. Blanca Varela nació en Lima el 10 de agosto de 1926. Fue hija de Serafina Quinteras, famosa compositora de valses criollos. Como la propia poeta confesó alguna vez, su vida se transformó cuando ingresó a la Universidad de San Marcos. Empezó a frecuentar algunos círculos literarios y conoció a Javier Sologuren y Jorge Eduardo Eielson, a Sebastián Salazar Bondy y Fernando de Szyszlo, con quien se casó. También se relacionó con el poeta surrealista Emilio Adolfo Westphalen, y textos suyos se publicaron en la revista Las Moradas.

Con De Szyszlo partió a Europa y allí se hizo amiga del poeta mexicano Octavio Paz, quien prologó y bautizó su primer libro: Ese puerto existe (1959). Al respecto, el crítico literario Ricardo González Vigil nos dice: “Blanca era muy exigente consigo misma... y muy humilde. Si bien sus compañeros de generación publicaron ya en los 40, ella recién lo hizo en 1959 gracias a la presión de Octavio Paz. Su poesía supo recoger una rica tradición: el simbolismo francés, el surrealismo y, algo que estaba muy de boga entonces, la temática existencialista”.

Este rasgo suyo, la humildad, ha sido destacado por Mario Vargas Llosa: “Entre todos los poetas de este tiempo que me ha tocado conocer, no hay uno solo tan ajeno a la feria de las vanidades y a la ilusión o a la codicia del éxito, como Blanca Varela”.

En los últimos años su obra empezó a ser reconocida dentro y fuera de nuestro país. Así, en 2001 recibió el Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo; en 2006, el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca; y, en 2007, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, que, como nos lo recuerda González Vigil, es el más importante de la poesía española. “Merecía el Cervantes”, agrega.

El entierro y el velatorio serán en privado. Descansa en paz, querida Blanca...

Fuente: Peru21.com

Aqui lo mejor de su Semblanza

puerto supe .

Está mi infancia en esta costa,
bajo el cielo tan alto,
cielo como ninguno, cielo,
sombra veloz, nubes de espanto,
oscuro torbellino de alas,
azules casas en el horizonte.

Junto a la gran morada sin ventanas,
junto a las vacas ciegas,
junto al turbio licor y al pájaro carnívoro.

¡Oh, mar de todos los días,
mar montaña,
boca lluviosa de la costa fría!

Allí destruyo con brillantes piedras la casa de mis padres,
allí destruyo la jaula de las aves pequeñas,
destapo las botellas y un humo negro
escapa y tiñe tiernamente el aire y sus jardines.

Están mis horas junto al río seco,
entre el polvo y sus hojas palpitantes,
en los ojos ardientes de esta tierra
adonde lanza el mar su blanco dardo.
Una sola estación,
un mismo tiempo de chorreantes dedos
y aliento de pescado.
Toda una larga noche entre la arena.

Amo la costa,
ese espejo muerto en donde el aire gira como loco,
esa ola de fuego que arrasa corredores,
círculos de sombra y cristales perfectos.

Aquí en la costa escalo un negro pozo,
voy de la noche hacia la noche honda,
voy hacia el viento que recorre
ciego pupilas luminosas y vacías,
o habito el interior de un fruto muerto,
esa asfixiante seda, ese pesado espacio
poblado de agua y pálidas corolas. En esta costa soy el que despierta entre el follaje de alas pardas,
el que ocupa esa rama vacía, el que no quiere ver la noche.

Aquí en la costa tengo raíces,
manos imperfectas,
un lecho ardiente
en donde lloro a solas.


Invierno y fuga.


Nieve, labios rojos,
una gota de fuego,
un grito que nadie escucha.

Éste es el día en que llega
la ácida primavera,
en que es dulce la herida
de estar vivos.

Alto horno del cielo,
fulgor de plumas,
adiós que el aire quema
en pleno vuelo.

En aire, tierra y cielo,
en mi, en ti,
en nosotros muere el invierno.

Diamantino estertor,
irritada claridad,
lágrimas que la luz arrebata y fecunda.
Muerte llena de oro.

Todo es posible
en ese activo sueño.

Dialogo.

Él abre la boca
es roja por dentro
ella abre los ojos
su córnea es blanca
como la luna

se está quieta
la córnea luna
iluminando apenas
la bienamada encía

adentro
con silencio
a boca cerrada
a oscuras
habitan ambos

Canto villano .

y de pronto la vida
en mi plato de pobre
un magro trozo de celeste cerdo
aquí en mi plato

observarme
observarte
o matar una mosca sin malicia
aniquilar la luz
o hacerla

hacerla
como quien abre los ojos y elige
un cielo rebosante
en el plato vacío

rubens cebollas lágrimas
más rubens más cebollas
más lágrimas

tantas historias
negros indigeribles milagros
y la estrella de oriente

emparedada
y el hueso del amor
tan roído y tan duro
brillando en otro plato

este hambre propio
existe
es la gana del alma
que es el cuerpo

es la rosa de grasa
que envejece
en su cielo de carne

mea culpa ojo turbio
mea culpa negro bocado
mea culpa divina náusea

no hay otro aquí
en este plato vacío
sino yo
devorando mis ojos
y los tuyos


Ejercicios .

I
Un poema
como una gran batalla
me arroja en esta arena
sin más enemigo que yo

yo
y el gran aire de las palabras

II
miente la nube
la luz miente
los ojos
los engañados de siempre
no se cansan de tanta fábula

III
terco azul
ignorancia de estar en la ajena pupila
como dios en la nada

IV
pienso en alas de fuego en música
pero no
no es eso lo que temo
sino el torvo juicio de la luz

En lo mas negro del verano.

El agua de tu rostro
en un rincón del jardín,
el más oscuro del verano,
canta como la luna.

Fantasma.
Terrible a mediodía.
A la altura de los lirios
la muerte sonríe.
Sobre una pequeñísima charca,
ojo de dios,
un insecto flota bocarriba.
La miel silba en su vientre
abierto al dedo del estío.

Todo canta a la altura de tu rostro
suspendido como una luz eterna
entre la noche y la noche.

Canta el pantano,
arden los árboles,
no hay distancia,
no hay tiempo.

El verano trae lo perdido,
el mundo es esta calle de fuego
donde todas las rosas caen y vuelven a nacer,
donde los cuerpos se consumen
enlazados para siempre
en lo más negro del verano.

En un rincón del jardín
bajo una piedra canta el verano.
En lo más negro,
en lo más ciego y blanco,
donde todas las rosas caen,
allí flota tu rostro,
fantasma,
terrible a mediodía.

Esa fria luz de la memoria.

Es fría la luz de la memoria
lo apenas entrevisto brilla
con insistencia
gira buscando el casco de botella
o el charco de lluvia

tras cualquier puerta que se abre
está la luna
tan grande y plana
tan fuera de lugar
como si de un cuadro se tratara
óleo sobre papel
endurecido por el tiempo

así cayeron en la mente
formas y colores
casualidades
azar que anuda sombras
vuelcos en la negra marmita
donde a borbotones
se cuecen gozo y espanto

crece el yeso de un cielo
mil veces lastimado
mil veces blanqueado
se borra el mundo y se vuelve
a escribir
hasta el último aliento

sólo esto
eternidad aparente
mísera astilla de luz en
la entraña
del animal
que apenas estuvo